martes, junio 20, 2006

surtido

***

lo que no


soñé con el día anterior y con el día después del sueño. los mismos lugares pero en situaciones extrañas, imposibles.

papá llegaba al almuerzo con el zeide y la abuela.
los estábamos esperando en el living.
“llegamos tarde porque el abuelo estuvo un tiempo ausente”, decía ella
él estaba en silencio y sonreía.

nos sentábamos los seis a comer.


estaba acostada en la cama de e.r. mirando tele, él se daba vuelta y me decía “quiero que vivamos juntos”


me desperté, el cielo estaba gris y me fui a almorzar.


***


el zeide


i
hay tanto azul acá
parece un mar
mucho más pequeño
que la tierra. veo a mi abuelo
y su pincel, los ojos
casi cerrados; aparecen
esos puntos blancos que bailan
cuando la vista se queda
fija en al aire. todo el silencio
está ahí, como las palabras
de quien habló mucho. ahora
la ventana en mi cuarto,
inmensa guarda
la canción
de su espacio.

ii
el zeide, el zeide. una forma
de uso exclusivo que esconde
un nombre largo, el perfume
francés de su casa y un estante
con ruido a seda. pensaron
en los ahorros como
una herencia para el ocio
de hijos y nietos. no. el zeide
no dejó nada
de lo esperado. el zeide dejó
todos los paisajes.

iii
primero llegaron los techos,
cúpulas y los colores de un lugar
que no visité. la promesa
del viaje quedó
en ese cielo. ayer
la abuela vino sola,
los labios pintados y los dedos
llenos de anillos. siempre linda,
la abuela y sus sacones, la abuela
y sus ojos
grises como un cuadro.

iv
busco en el lugar
más pequeño, el zeide
como un cuadrado más
dentro de un plano. allí
nos perdemos hasta dejar
piedras y flores. hoy
es domingo y la lluvia
baja suave sobre la abuela, vemos
las letras apenas grabadas.
por primera vez
ella habla, le duele
lo blanco de este tiempo.

v
con la primavera volvían, juntos
ordenaban regalos sobre la cama
hasta llegar a diez. era
el número perfecto
en esas mañanas. en ezeiza
yo imaginaba los juguetes
aun desconocidos que más tarde
se descubrían entre la ropa. entonces
perdieron un bolso, el misterio
de lo que nunca llegó
todavía nos persigue.


***

chiquita


papá y elen vienen del supermercado con la abuela. tomi y yo fumamos un cigarrillo en el cuarto mientras los esperamos.
minutos más tarde, los cinco charlamos en la cocina.
la abuela me cuenta:

-una vez estaba tomando un café con tu abuelo en la piazza del popolo y lo vi pasar a vittorio gassman.

-¿y qué hiciste?

-me enamoré

3 comentarios:

Anónimo dijo...

yo también lo vi (cuando se despidió de las tablas en Bs As) y me enamoré
-me caben los viejos-
(tiempo después murió)

-me caben las minas-
vi al Olga y me enamoré
(tiempo después murió)

me cosí los ojos, por supuesto.


m.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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