jueves, enero 20, 2011

no pensaba volver a escribir acá. tampoco vuelvo a leer lo que fue hace tiempo. pienso que tal vez en otro momento lo haga. pero ayer sin querer volví.
marina se fue hace unos días y yo todavía no lo puedo entender.
mucha gente que yo quise mucho murió el año pasado. pero hay dos cosas. la muerte que sabemos que puede pasar y la que no, la que nos llega como un sinsentido. adrián y marina se fueron así. sin que podamos entender por qué, cómo pasó, con ese dolor de las cosas que no tendrían que haber pasado.
hace dos días que leo sin parar el primer blog de marina, un poco buscándola y un poco encontrándome a mí, ahí, hace varios años. leo lo que ya leí, veo mis comentarios, nuestros encuentros casuales en recitales, cosas de todos los días.

la distancia es rara, uno cree que va a volver y todo va a estar como cuando te fuiste, que vas a llegar y el primer día vas a ir a visitar a tu abuela, pero no es así, porque tu abuela ya no está, su casa se vendió y hay lugares en el mapa que ya no tienen el mismo significado. cuando fui a buenos aires hace unas semanas, no dejaba de verlo a adrián todo el tiempo, caminando por la calle, sentado en un bar, comprando en el supermercado. entonces hay que aprender a hacer rituales propios, solos, para que los días sean distintos, aunque nadie más lo sepa, quedarse despierto toda la noche, comprar flores, leer un blog, escuchar un disco.
yo no sé qué decir frente a la muerte, no tengo el consuelo de ninguna religión, y no puedo pensar que la vida es así si se trata de una persona tan joven y con tantas ganas de vivir como marina.
no tengo palabras para esto, pero tengo la necesidad de escribir. no sé muy bien por qué, tal vez para sentirme más cerca, de volver a estar acá, en este lugar donde, más de una vez, nos encontramos.